O noso proxecto

jueves, 26 de marzo de 2015

AMADORA DÍAZ


"MI INFANCIA FUE  MUY TRISTE"

Amadora Díaz Carballeira, 84 años (Villalba - Lugo)


JUAN JOSÉ ROCA: En qué idioma prefiere hablar, ¿en castellano o en gallego?
AMADORA DÍAZ: En castellano. Ahora hablo castellano, pero antes hablábamos en gallego porque era Galicia, donde estábamos.
J.R: ¿Y desde cuando cambiaron, o siempre hablaron gallego?
A.D: No, yo cambié desde que fui al colegio, que en el colegio se hablaba castellano, y de ahí aprendí el castellano. ¡Y sé castellano y gallego!
J.R: ¿A usted le gustó su infancia?
A.D: Mi infancia... (se pone seria) pues no me gustó porque tenía cinco hermanos y mis padres tenían que ir a trabajar para señores que los llamaban y yo tenía que quedar con mis hermanos para darles de comer, vestirlos, mandarlos al colegio… Otra cosa no te puedo decir.
J.R: ¿Cómo era la casa donde vivían?
A.D: Pues esa era una casa con una cuadra detrás con una vaca y, delante con una cocina; y arriba dos habitaciones.
J.R: ¿Dormían todos los hermanos juntos?
A.D: Sí. Teníamos dos camas y otros dormían en una cuna.
J.R: Y sobre la escuela, ¿estaba cerca de su casa?
A.D: No. Estaba en un sitio que se llamaba “la Feria, que hacían allí las ferias donde se vendía la ropa, donde se vendía la fruta… y había muchos árboles y cuando era el tiempo y había castañas, íbamos a las castañas a “la Feria”.
J.R: ¿Cómo iban hasta allí, hasta la escuela?
A.D: Pues andando, que no había otra cosa; era en Villalba todo.
J.R: ¿Y cuántos años fue?
A.D: A la escuela fui hasta los catorce años; y a los catorce años tuve que buscar una casa para trabajar porque mis padres no tenían suficiente para darnos de comer. Yo estuve trabajando en la casa de un sastre y su mujer, y me daban retales para hacer los pantalones y las faldas y… (se pone triste) mi infancia fue muy triste.
J.R: Y los colegios… ¿eran solo de niñas, o eran de niños y niñas (mixtos)?
A.D: ¡Ay! De niñas y de niños, y de niñas pequeñas y de mayores.
J.R: ¿Y usted a cuál iba?
A.D: Yo fui siempre al mismo colegio, eran “de primera”. “De segunda” ya eran de más pequeños. E íbamos las “de primera”, todas las amigas que éramos de catorce años, íbamos al colegio.
J.R: ¿Y a usted le gustaba ir al colegio?
A.D: ¡Ay mucho! Yo siempre fui muy lista, escribía las cartas a mis tías para los novios.
J.R: ¿Sabe alguna anécdota de cuando estaban en la escuela?
A.D: Pues esa… (se ríe). Estábamos castigadas, que no nos dejaban salir, y cuando pasaron los profesores, hicimos el pis en unas zuecas –de aquella no había zapatos- y se lo tiramos por la cabeza. Subieron, ¡nos castigaron dos días sin salir al recreo! (risas).
J.R: ¿Y entonces, a sus amigos, los veía en otro sitio que no fuera la escuela?A.D: Sí, en las fiestas y cuando había misiones, que hubo en Santaballa, y en Lanzós, y en Goiriz… Nos juntábamos e íbamos a esas misiones.
J.R: ¿Y qué eran esas misiones?
A.D: Venía un fraile a dar clase, a hablarnos cómo era la Iglesia, cómo era el catolicismo… porque también hay quien no cree en la Iglesia y cree en otras cosas.
J.R: A su marido, ¿cómo lo conoció?
A.D: Al abuelo lo conocí en una fiesta, que era la fiesta de San Ramón. Estábamos bailando dos chicas y vinieron esos dos chicos, mi marido y “mas” el otro chico, un primo. Y después se fue ella, que se casó con ese chico y yo me casé con tu abuelo. Pero estuvimos catorce años de novios; primero se marchó él a Suiza y yo me quedé con el niño, con Toñín. Al año siguiente, pues me llevó y fuimos los dos a trabajar a Suiza.

Amadora con Antonio, su futuro marido, de novios.

J.R: Entonces tuvieron que emigrar, ¿por qué emigraron?
A.D: Porque aquí no había trabajo, no había casi ni que comer, era un sitio pobre… Después ya fue evolucionando todo; ya había comercios, venían a las ferias a vender y a comprar… y así fue la vida.

Amadora y Antonio, a la derecha, con unos amigos en Suiza.

J.R: ¿Viajaron a algún lugar más?
A.D: ¡Ay viajamos a muchos! Fuimos, cuando tus padres se casaron, a todos los sitios en donde estaban ellos. Estuvimos en Algeciras; estuvimos en Ceuta, donde fui en barco… Y cuando íbamos para Madrid el abuelo se agachó con las maletas y le llevaron la cartera y gracias a tu padre (risas) que dijo: “No te preocupes, que eso lo arreglo yo, que cuando pasemos a Ceuta, ya te paso yo”; que él estaba de Sargento. ¡Ay fuimos a muchos sitios, eh! A Barcelona, a Madrid… ¡Estuvimos en muchos sitios, eh!
J.R: Bueno, cuando era pequeña, usted vivió la guerra, ¿recuerda algo de ella?
A.D: Sí… porque tenía un tío que tenía un camión y era el que llevaba a los soldados a pasar a Oviedo. Pasaban de La Coruña, y los llevaba para que cruzaran… para llegar a Madrid. Ahora poco me acuerdo.
J.R: ¿Y recuerda algo de durante la dictadura de Franco, todos esos años?
(Aquí existen dos posibilidades: o no me lo quiso contar por cualquier motivo, o no entendió mi pregunta, porque es ilógico que recuerde algo de la Guerra Civil y que no se acuerde de nada de la Posguerra y la dictadura Franquista).
A.D: No, yo no me acuerdo de eso; era pequeña.
J.R: Y… ¿de qué trabajaba, todo el tiempo que trabajó?
A.D: Pues cocíamos en el horno, y hacía el pan. Después contábamos cuando se segaba en el terreno y hacíamos los mollos y se juntaban, después venían las máquinas para hacer… (no se acuerda). Un tío mío, era el que limpiaba el trigo y los otros echaban los mollos para una máquina, y salía el trigo; después ese trigo iba para un sitio para limpiarlo y venderlo, se vendía mucho.
J.R: ¿Con cuántos años empezó a trabajar?
A.D: A los catorce años.
J.R: ¿Cuál fue su primer trabajo?
A.D: El primer trabajo, que estuve con unos señores de Madrid que venían a pasar el verano y estuve allí trabajando; de limpiar, de lavar, de las camas… de limpieza, de comida no.
J.R: Y sobre la ropa que vestían… ¿Es parecida a la de ahora?
A.D: No.
J.R: ¿Cómo era entonces?
A.D: Eran unas falditas y unos vestidos, entonces no había pantalones como ahora. Unas falditas cortas con unas blusitas o unos vestidos cortos.
J.R: Sobre la comida, ¿qué comían, generalmente?
A.D: ¡Pues caldo! Se llamaba el caldo, de repollo o de grelos; o arroz con huevos o con conejo; después escogíamos las lentejas, que las echábamos encima de una mesa y se iban limpiando las semillas y era para cocer y comer.
J.R: Y en los días de fiesta, ¿comían algo especial?
A.D: ¡Sí! Había empanada, había guisos… (risas) y era lo que había que comer. Empanada, o guisos, o asados, conejo asado o… nada más.
J.R: ¿Y cómo conseguían la comida?
A.D: Pues la criábamos en casa. Criábamos los conejos, criábamos los cerdos, y la vaca ya tenía leche… y era de lo que comíamos. Después íbamos a moler el trigo que cogíamos cuando segaban, lo llevaba a moler al molino y hacía la harina, y el pan.
J.R: Y había muchas fiestas cuando vosotros erais pequeños…
A.D: ¡Ay sí! San Ramón, San Pedro, San Juan, Santiago… ¡había muchas fiestas!
J.R: ¿Y qué hacían allí, en las fiestas?
A.D: ¡Bailábamos! Estábamos nosotras y si venían los chicos a sacarnos a bailar, pues bailábamos con los chicos.
J.R: Bueno, para acabar ya… ¿Qué cambios nota ahora con respecto a su juventud?
A.D: Pues… no te lo puedo decir porque ahora es un asco, todo una asquerosidad. Entonces la cosa era más fina, que no se abusaba y ahora tú vas a una fiesta y ya te abusan por todo, y allí (antes) no. Cuando tus tías eran jóvenes, venían con los novios e íbamos a las fiestas de San Ramón y las teníamos que traer nosotros; y venían los chicos con ellas llorando, que se querían quedar en la fiesta y no, no las dejábamos. Era otra educación; la que ahora no hay, que ahora se van a las doce de la noche y vienen a las cuatro de la mañana.
J.R: Por entonces… ¿eso no se hacía?
A.D: Las que estaban hasta las doce o la una ya no eran formales, o no tenían quien las fuera a buscar y se escapaban. Me acuerdo una vez que mis padres no me dejaban ir a la fiesta, y entonces subí con ellos para acostarme y cuando estaba acostada, bajé las escaleras despacito y me escapé para la fiesta. Cuando llegué (risas) tu abuelo (bisabuelo) cogió la zapatilla y ¡me dio unos zapatillazos! Pero ya de las doce de la noche no podías estar fuera, que ya se reían y decía la gente que no eran formales.

Amadora y Antonio con sus tres hijos mayores.


J.R: Bueno; pues ya está, ¿quiere contar algo más?
A.D: Que… que todos los hijos que tengo, gracias a Dios, no fueron drogadicto ninguno y que están todos casados y que están todos bien, es lo que puedo decir. Gracias a Dios, los hijos que tengo, puedo decir a Dios, que me dieron unos hijos que… no se puede decir porque hoy; con eso de la droga, con eso de la bebida, con eso… ¡eso está ahora todo corrompido! Y de aquella no, la que se iba a las doce de la noche y no estaba en casa ya no era formal. ¡Entonces, aquellos tiempos! Que ahora, ahora ya no…



Trabajo realizado por Juan José Roca Ares, 3ºB

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